martes, 8 de noviembre de 2016

El noviajo

EL NOVIAJO

I

Tocan las campanas,
la gente s'alegra.
Unos güenos mozos, cantando flamenco,
jacen gorgoritos en una taberna.

Tocan las campanas,
tocan dando güertas,
qu'asín tocan siempre
los días de fiesta.

Hay riñas de gallos
en la resolana de las corraletas,
y en el artozano, junt'a los ceviles,
unos zagalones se juegan las perras.

Los viejos s'apíñan,
s'apiñan las viejas
jaciendo la bulra
de la gente nueva.

S'arriscan las mozas,
y van peripuestas
luciendo los guapos
pañuelos de sëa;
goliendo a manzanas,
goliendo a camuesas.

Van en carrefilas, jaciendo pinitos,
camino e la iglesia...
Y yo, qu'era malo, más malo qu'un vendo,
me voy detrás d'ellas.

Me voy detrás d'ellas sin ver a los gallos
que riñen los mozos en las corraletas;
sin tomá las once,
sin jugá las perras.

Me voy tras las mozas
porque va con ellas
la que yo dinguelo,
la que me dinguela
con sus ojos tristes de miras mu tristes,
con sus ojos tristes de miras mu negras.

Yo, qu'era tan malo,
me voy pa l'iglesia
sin tomá las once,
sin jugá las perras,
sin dir a las riñas
de las corraletas.

¡Qué jormá te pones! —me icen los viejos—.
¡Que güeno que eres! —me icen las viejas—.
¡Chacho! ¿qué t'ha dao? —me icen los mozos
dende la taberna.

M'ha dao la vía,
la vía qu'es güeña
cuando se trebaja
por una querencia;
cuando por un argo
que llevamos drento
se sufre y se pena;
cuando, de röillas,
drento de la iglesia,
rezando, lloramos
sin danos vergüenza.

La quiero y me quiere,
espero y espera
jasta que yo junte pa dale las donas,
jasta qu'ella s'haga'l ajuá con la hijuela.


Tocan las campanas
la gente s'alegra.
Mi novia va a misa:
yo voy detrás d'ella;
y allí, mesmamente delante del Cristo,
jincao en la tierra,
rezando las cosas qu'a mí m'enseñaron
cuand'iba a la escuela,
una vos me ice: ¡sé güeno y trebaja!
y otra vos me ice: ¡trebaja y espera!

II

¡Qué güeña y qué santa!
¡Qué santa y qué güeña!...
Con lo que me quiere, ni siquiá me mira
drento de la iglesia.

Por eso me icen
qu'a mí me disprecia,
porque no me mira
drento de l'iglesia.
¡Juy, qué cacho e brutos!
¡Juy, qué mal que piensan!
Si mesmitamente
lo qu'a mí m'alegra
es que no se istraiga,
es que no m'atienda,
pa qu'asín la Vigen mus dé de seguía
lo qu'ella la píe ca ves que la reza.

III

Cariños mu jondos son dambos cariños;
querencias mu jondas son dambas querencias.

Cuando con la jacha
descuajo en la jesa,
las ramas se runden,
la jacha se mella,
y yo, que soy juerte,
me queo sin juerzas...

Cuando yo la vide
po la ves primera,
prencipió la cosa de nuestro noviajo
con nuestros quereles y nuestras querencias.

Yo sé qu'el cariño d'ella no se runde,
ni el mío se mella,
que semos más duros que los arcornoques
y más que los jierros de las jerramientas.

|Qué juerza más grande llevamos por drento!
¡qué juerza, qué juerza!

Cuando con el burro salgo mu templano
camino e la jesa,
siempre me la encuentro
barriendo la puerta;
y siempre me ice: —¡Anda con Dios, hombre!—
y siempre la igo: —¡Quéate con Él, Petra!—
y le doy al burro pa qu'ande más listo,
y ella barre, barre, mucho más depriesa...

Y si, ya mu lejos,
güervo la caëza,
me mira y se ríe
con esa risina que tanto m'alegra…

¡Qué trabajaora!
¡Qué guapa y que güena!
¡Si páece mintira
que tanto me quiera!

Tocan las campanas,
locan dando güertas...
Unos güenos mozos, cantando flamenco,
jacen gorgoritos en una taberna.

Hay riñas de gallos
en la resolana de las corraletas;
y en el artozano, junt'a los ceviles,
unos zagalones se juegan las perras...

¡Juy, qué cacho e brutos!
¡Juy, qué mal que piensan
creyendo que asina son las diversiones
de la gente nueva!

Y es ¡claro!, por eso, ¡qué coñio!, me icen
qu'ella me disprecia,
porque no me mira
drento de la iglesia
con sus ojos negros de mirás mu tristes,

con sus ojos tristes de mirás mu negras.

Luis Chamizo: El miajón de los castúos

La viña del tinajero

LA VIÑA DEL TINAJERO

Dende arriba de la torre se diquela,
rrellanao al meyodía y al socuello
de los jitos del jaral del Cerro Reöndo,
el lucío plantonal del tinajero.

Endenantes jue la joya de los buitres,
de los lobos y los cuervos
la colá que mus jormó Vardarenales
del regacho Laguadú pa más adrento;
más p'abajo de la sierra La Monea,
más p'arriba del llamao Colmenar Viejo,
más alante de El Porrillo,
más atrás de Borrachuelo,
donde tós los cazaores acudían
con trompetas y con jacos y con perros
a la caza de cochinos jabalines,
de venaos y de ciervos.

Jue jolgorio bien sonao la ocurrencia,
jue la chufla de to'l pueblo;
era aquello esternillarse del risorio
al meterse a labraor el tinajero
y queré plantá sus viñas
en la joya mesmamente de los cuervos.

Los redichos sabijondos se bulraron,
los castúos labraores sonriyeron
y alguien dijo que los lobos se reían,
ajullando dende lejos,
tan äina que guiparon los jañanes
qu'en presona derigía'l tinajero.

Prencipiaron a cavar los azaönes,
las piquetas en los jitos se jundieron,
calajozos arrasaron los jarales,
retumbaron en la joya los barrenos
y las jachas gortearon a mordiscos
chaparreras, arcornoques y guaperos.

Rechinaban las bilortas del arao,
y chasquía del tirón el clavijero,
y las yuntas jacezaban ya cansinas,
y süaban las peonás en los repechos
y las piedras daban chispas tan siquiera
s'arrimaban a la punta de los jierros.

Las jugueras del descuaje rechiflaban
con ferós chisporroteo
de chaparros y charnecas y coscojas
y hojarascas y juagarzos y jelechos;
y al bullicio de los mozos que talaban,
y al zarpazo qu'estrumpían los barrenos,
y al relincho de las yuntas,
y a la juerte bocaná de los jumeros,
y al rabioso reguñí de los jañanes,
y al rüío y al estrépito
s'ajuían los jabatos y los lobos,
y los gatos y las zorras s'ajuyeron;
escamaos se largaban los cochinos,
asustaos daban güertas los conejos,
y los sapos barrigúos gaiteaban
arrebusca d'un bujero
y hasta el jumo del descuaje, jecho un lío,
se subía en pelotones pa los cielos.

Los vilanos revolaban enfuscaos,
lobas madres acudían remetiendo,
tarantelas y ciempieses y alacranes
se cuadraban pa poner el rabo tieso,
y las víboras, colgás del azäuche,
alargaban los pescuezos
pa jincale sus lengüetas jediondas
a los mozos qu'atizaban los jumeros.

Los tomillos y las jaras no cedían;
su raigambre no cedía con los jierros;
no cedían ni las lobas ni los buitres,
ni el ciempiés ni el alacrán ni los escuerzos;
no cedían las chacotas ni las bulras;
no cedía'l tinajero.

Con la juerza de la juerza de reaños,
mu jinchaos al caló de sus adrentos
po la jiel del jormiguillo de la rabia
qu'atizaban con sus chungas los del pueblo,
los peones descuajaban los jarales
de la joya de los cuervos.

Jué reñía la batalla con las lobas;
jué rabioso el rempujón del tinajero;
jué muy jonda l'arrañá de los araos;
jué soná la chamosquina por el pueblo.

Ya cedían las raigambres,
ya las lobas y las víboras cedieron,
ya mainó la cencerrá del estrumpicio
y dejaron d'echar jumo los jumeros.

Otros mozos allegaron con cadenas
y rayaron el majuelo,
y plantaron los olivos,
y jincaron en las joyas los sarmientos.

Se bulraban los señores, se reían
los castúos labraores d'estos pueblos;
y eran sabios los que asina se bulraban,
y eran duchos los que asina se riyeron.

Endispués de que las yemas reventaron,
las ovispas, los langostos, los conejos,
cigarrones, lagartijas y chicharras,
los murgaños y las liebres y los liebros
se cebaron en las cepas
y pelaron al arrape los sarmientos.

Los pastores que guardaban los ganaos,
mayorales, zagalillos y cabreros,
al notá la chifläura d'aquel hombre,
le decían dende lejos:

—¿Quién te jizo campusino, desgraciao?
¿Quién te trujo pa estos cerros?
Güérvete pa tu Sanroque deseguía,
güérvete pa tus tinajas, tinajero.

Ajogao por la farta de pesetas,
con la juerte polvorilla de su genio,
cabezúo como naide
replantó la jondoná sin titubeos.

Jizo un carro pa que fueran las gallinas
arrebusca de langostos po los cerros.
Trujo guardas con garrotes y escopetas
pa la caza de las zorras y los liebros.
Puso piedras trompezando los regachos
y atajando las vereas puso cepos.
Jizo un jorno pa cochuras de ladrillos
y una casa pa tener allí un socuello.

Y allegaban po la noche las gallinas
con el buche bien repleto;
y atestaos los zurrones de los guardas
endispués del tiroteo,
y trujían los gañanes mancornaos
los gazapos en los dientes de los cepos.

No hay quien puea, se decían los pastores,
con el amo de la joya de los cuervos.

Los señores sabijondos,
labraores, mayorales y cabreros,
no contaron al prencipio del descuaje
con la juerte voluntá del tinajero.

El que jizo con el barro remojao,
en la ruea, sin más chismes que sus deos,
los pucheros, las botijas, los barriles,
los cacharros, las cazuelas, los barreños;
el que jizo la tinajas barrigúas
y endispués de cavilá tuvo el acuerdo
de los conos y los jornos encuadraos
y los chismes pa sacalos y metelos;
el que jizo que su nombre resonara
por la gran revolución de sus inventos
ondiquiera que las cepas dieran uvas,
muchas leguas en reondo de su pueblo,
no podía consentí que trompezara
su tesón, qu'era más juerte que los jierros,
en los riscos, chaparreras y coscojas
de la joya de los cuervos.

Era sangre d'otras épocas su sangre;
sus agallas parecían d'otros tiempos;
era un hijo d'estas tierras, de la raza
de castúos veteranos extremeños.

Y trunfó de los que tanto se bulraron,
y trunfó de los que tanto se riyeron,
y las cepas dieron uvas
remojás con el süor del tinajero.

 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Lo mesmito que las mozas bien caseras
s'arrebujan con el garbo del pañuelo
pa que naide l'adevine los salientes
pimpollinos sonrosaos de los pechos,
pos asín entre los pámpanos de raso
se cobijan con las uvas los uveros
mamantaos po la leche de la savia
que le chupan a las cepas los sarmientos.

Los olivos ya mocean, ¡los mocosos!
en sus largas carrefilas po los medios;
delgaininos rechonchetes verdiales,
desbarbaos panfilotes cornezuelos;
ya se cargan del azahar como los grandes,
y presumen d'acitunas como viejos.

El regacho Laguadú pasa cantando
cantarcinos y tonás que yo no entiendo,
y pa mí que se relambia del arrope,
que chorrean los plantíos del lindero.

Y hay en to Vardarenales alegría,
mimosinos canturreos
de graciosos titilillos,
chorovitas y jilgueros
que se dicen sus quereles entre rosas
colorás y paliuchas de los güertos,
y entre azahares de naranjos,
y entre flores del almendro.

 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Dende arriba de la torre se diquela,
más p'abajo del arroyo Borrachuelo,
más p'arriba de El Porrillo,
el lucío plantonal del tinajero,
qu'endenantes jue la joya de los buitres,

de los lobos y los cuervos.

Luis Chamizo: El miajón de los castúos