ROMANCE DE LA JÁNCANA
Queremos cerrar estas páginas trayendo un romance recogido en la comarca de Las Hurdes, limítrofe a la zona objeto de nuestro estudio, y que hace mención al trasunto de la tienda y las tijeras. Pero aquí no es un “Encantu” el que actúa de tendero o comerciante, sino una “Jáncana”, personaje mitológico que, en el territorio hurdano, forma parte también de otros cuentos y relatos. A la Jáncana se la supone casada con “El Jáncanu”, cuyos paralelismos con el cíclope que aparece en las andanzas de Ulises, narradas por Homero en la Odisea, son asombrosos. Tanto la Jáncana como el Jáncano tiene un solo ojo en la frente, aunque algunos informantes también atribuyen a la Jáncana otros dos ojos más pequeños en el occipucio. Desmenuzar el sugestivo mundo de Jáncanos y Jáncanas, será cuestión de otro momento. Ahora, vayamos con el romance, que, en Las Hurdes, es conocido como la “Copra de la Jáncana”.
“Por las sierras de Las Jurdes,
al pie de Peña de Francia,
anda de día y de noche
una Jáncana malvada.
¡Desdichado el caballero
que se la encuentre a la cara!
Salió un día don Rodulfo,
por esos montes de caza;
tanta era la espesa niebla,
que el camino no encontraba.
¡Vamos, vamos, mi caballo,
que hay que salir de esta trampa!
Siete vueltas cabalgando
alredor de la montaña
y no encontraba el camino
pa regresar a su casa.
– ¡Vamos, vamos, mi caballo,
que hay que salir de la trampa,
que asistir tengo a una misa
por mi suegra doña Carla.
Mucho rejincha el caballo,
sudaba por las sus ancas;
subió un repecho muy pruno,
entre unas espesas matas.
Sentadita en un canchal,
allí se encuentra la Jáncana.
– Buenas tenga, el caballero:
¿qué busca por la montaña?
– El camino que me lleve
de regreso a la mi casa.
– Por esa vereda arriba,
que sube por la costana,
se va derecho a tu pueblo,
se va derecho a tu casa.
Al dar la primera vuelta,
de nuevo salió la Jáncana,
tocando la pandereta,
toda llena de sonajas.
– Siga, siga el caballero
subiendo por la costana.
Al dar la segunda vuelta,
otra vez vino la Jáncana,
tocando rollos de río,
que muy bien los repicaba.
– Siga, siga el caballero
subiendo por la costana.
Al dar la tercera vuelta,
de nuevo salió la Jáncana,
tocando que bien tocaba
el tamboril y la gaita.
– Para, pare el caballero,
que deja pa’trás la espada.
Abajóse don Rodulfo
y fue en busca de la espada,
y se encontró una tienda
con alhajas de oro y prata,
y estaba tras de la tienda
la Jáncana de comercianta.
– ¿Qué desea el caballero
de todas estas alhajas?
– Las estijeras de oro
con los dediles de prata.
Como una sierpe maligna
a rebufar comenzaba:
le crecieron los cabellos,
las uñas se le estiraban,
le creció un ojo en la frente,
los otros dos se ensecaban,
y congiendo las estijeras,
al caballero burlaba;
luego le cortó la lengua
pa que no contara nada.
– Camina para tu tierra
y que sea en hora mala,
que contar debes por señas
estas terribles hazañas.
Como un rayo se escapó
don Rodulfo de la Jáncana.
– Para, pare el caballero,
que una cosa se olvidaba:
las estijeras de oro
con los dediles de prata,
para el día en que se muera,
le corten bien la mortaja”.
Este romance fue recogido por Antonio Lorenzo Vélez, José Luis Puerto Hernández y el que suscribe estas líneas a la señora Avelina Encinas Japón, de 69 años, vecina de la aldea de Aceitunilla, del concejo de Nuñomoral, el día 21 de marzo de 1998. El romance debió estar bastante extendido por la comarca de Las Hurdes, a tenor de otras versiones recogidas en los pueblos de Pinofranqueado, Robledo de Los Casares, Las Mestas, Pedro–Muñoz, Caminomorisco, Riomalo de Arriba y El Gasco.
BARROSO GUTIERREZ, Félix
La tienda de “El Encantu” y otros aires legendarios
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