LA VIÑA
DEL TINAJERO
Dende
arriba de la torre se diquela,
rrellanao
al meyodía y al socuello
de los
jitos del jaral del Cerro Reöndo,
el lucío
plantonal del tinajero.
Endenantes
jue la joya de los buitres,
de los
lobos y los cuervos
la colá
que mus jormó Vardarenales
del regacho
Laguadú pa más adrento;
más
p'abajo de la sierra La Monea,
más
p'arriba del llamao Colmenar Viejo,
más alante
de El Porrillo,
más atrás
de Borrachuelo,
donde tós
los cazaores acudían
con
trompetas y con jacos y con perros
a la caza
de cochinos jabalines,
de venaos
y de ciervos.
Jue
jolgorio bien sonao la ocurrencia,
jue la
chufla de to'l pueblo;
era
aquello esternillarse del risorio
al meterse
a labraor el tinajero
y queré
plantá sus viñas
en la joya
mesmamente de los cuervos.
Los
redichos sabijondos se bulraron,
los
castúos labraores sonriyeron
y alguien
dijo que los lobos se reían,
ajullando
dende lejos,
tan äina
que guiparon los jañanes
qu'en
presona derigía'l tinajero.
Prencipiaron
a cavar los azaönes,
las
piquetas en los jitos se jundieron,
calajozos
arrasaron los jarales,
retumbaron
en la joya los barrenos
y las
jachas gortearon a mordiscos
chaparreras,
arcornoques y guaperos.
Rechinaban
las bilortas del arao,
y chasquía
del tirón el clavijero,
y las
yuntas jacezaban ya cansinas,
y süaban
las peonás en los repechos
y las
piedras daban chispas tan siquiera
s'arrimaban
a la punta de los jierros.
Las
jugueras del descuaje rechiflaban
con ferós
chisporroteo
de
chaparros y charnecas y coscojas
y
hojarascas y juagarzos y jelechos;
y al
bullicio de los mozos que talaban,
y al
zarpazo qu'estrumpían los barrenos,
y al
relincho de las yuntas,
y a la
juerte bocaná de los jumeros,
y al
rabioso reguñí de los jañanes,
y al rüío
y al estrépito
s'ajuían
los jabatos y los lobos,
y los
gatos y las zorras s'ajuyeron;
escamaos
se largaban los cochinos,
asustaos
daban güertas los conejos,
y los
sapos barrigúos gaiteaban
arrebusca
d'un bujero
y hasta el
jumo del descuaje, jecho un lío,
se subía
en pelotones pa los cielos.
Los
vilanos revolaban enfuscaos,
lobas
madres acudían remetiendo,
tarantelas
y ciempieses y alacranes
se
cuadraban pa poner el rabo tieso,
y las
víboras, colgás del azäuche,
alargaban
los pescuezos
pa jincale
sus lengüetas jediondas
a los
mozos qu'atizaban los jumeros.
Los
tomillos y las jaras no cedían;
su
raigambre no cedía con los jierros;
no cedían
ni las lobas ni los buitres,
ni el
ciempiés ni el alacrán ni los escuerzos;
no cedían
las chacotas ni las bulras;
no cedía'l
tinajero.
Con la
juerza de la juerza de reaños,
mu
jinchaos al caló de sus adrentos
po la jiel
del jormiguillo de la rabia
qu'atizaban
con sus chungas los del pueblo,
los peones
descuajaban los jarales
de la joya
de los cuervos.
Jué reñía
la batalla con las lobas;
jué
rabioso el rempujón del tinajero;
jué muy
jonda l'arrañá de los araos;
jué soná
la chamosquina por el pueblo.
Ya cedían
las raigambres,
ya las
lobas y las víboras cedieron,
ya mainó
la cencerrá del estrumpicio
y dejaron
d'echar jumo los jumeros.
Otros
mozos allegaron con cadenas
y rayaron
el majuelo,
y
plantaron los olivos,
y jincaron
en las joyas los sarmientos.
Se
bulraban los señores, se reían
los
castúos labraores d'estos pueblos;
y eran
sabios los que asina se bulraban,
y eran
duchos los que asina se riyeron.
Endispués
de que las yemas reventaron,
las
ovispas, los langostos, los conejos,
cigarrones,
lagartijas y chicharras,
los
murgaños y las liebres y los liebros
se cebaron
en las cepas
y pelaron
al arrape los sarmientos.
Los
pastores que guardaban los ganaos,
mayorales,
zagalillos y cabreros,
al notá la
chifläura d'aquel hombre,
le decían
dende lejos:
—¿Quién te
jizo campusino, desgraciao?
¿Quién te
trujo pa estos cerros?
Güérvete
pa tu Sanroque deseguía,
güérvete
pa tus tinajas, tinajero.
Ajogao por
la farta de pesetas,
con la
juerte polvorilla de su genio,
cabezúo
como naide
replantó
la jondoná sin titubeos.
Jizo un
carro pa que fueran las gallinas
arrebusca
de langostos po los cerros.
Trujo
guardas con garrotes y escopetas
pa la caza
de las zorras y los liebros.
Puso
piedras trompezando los regachos
y atajando
las vereas puso cepos.
Jizo un
jorno pa cochuras de ladrillos
y una casa
pa tener allí un socuello.
Y
allegaban po la noche las gallinas
con el
buche bien repleto;
y atestaos
los zurrones de los guardas
endispués
del tiroteo,
y trujían
los gañanes mancornaos
los
gazapos en los dientes de los cepos.
No hay
quien puea, se decían los pastores,
con el amo
de la joya de los cuervos.
Los señores
sabijondos,
labraores,
mayorales y cabreros,
no
contaron al prencipio del descuaje
con la
juerte voluntá del tinajero.
El que
jizo con el barro remojao,
en la
ruea, sin más chismes que sus deos,
los
pucheros, las botijas, los barriles,
los
cacharros, las cazuelas, los barreños;
el que
jizo la tinajas barrigúas
y
endispués de cavilá tuvo el acuerdo
de los
conos y los jornos encuadraos
y los
chismes pa sacalos y metelos;
el que
jizo que su nombre resonara
por la
gran revolución de sus inventos
ondiquiera
que las cepas dieran uvas,
muchas
leguas en reondo de su pueblo,
no podía
consentí que trompezara
su tesón,
qu'era más juerte que los jierros,
en los
riscos, chaparreras y coscojas
de la joya
de los cuervos.
Era sangre
d'otras épocas su sangre;
sus
agallas parecían d'otros tiempos;
era un
hijo d'estas tierras, de la raza
de castúos
veteranos extremeños.
Y trunfó
de los que tanto se bulraron,
y trunfó
de los que tanto se riyeron,
y las
cepas dieron uvas
remojás
con el süor del tinajero.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . .
Lo mesmito
que las mozas bien caseras
s'arrebujan
con el garbo del pañuelo
pa que
naide l'adevine los salientes
pimpollinos
sonrosaos de los pechos,
pos asín
entre los pámpanos de raso
se cobijan
con las uvas los uveros
mamantaos
po la leche de la savia
que le
chupan a las cepas los sarmientos.
Los olivos
ya mocean, ¡los mocosos!
en sus
largas carrefilas po los medios;
delgaininos
rechonchetes verdiales,
desbarbaos
panfilotes cornezuelos;
ya se
cargan del azahar como los grandes,
y presumen
d'acitunas como viejos.
El regacho
Laguadú pasa cantando
cantarcinos
y tonás que yo no entiendo,
y pa mí
que se relambia del arrope,
que
chorrean los plantíos del lindero.
Y hay en
to Vardarenales alegría,
mimosinos
canturreos
de
graciosos titilillos,
chorovitas
y jilgueros
que se
dicen sus quereles entre rosas
colorás y
paliuchas de los güertos,
y entre
azahares de naranjos,
y entre
flores del almendro.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . .
Dende
arriba de la torre se diquela,
más
p'abajo del arroyo Borrachuelo,
más
p'arriba de El Porrillo,
el lucío
plantonal del tinajero,
qu'endenantes
jue la joya de los buitres,
de los
lobos y los cuervos.
Luis Chamizo: El miajón de los castúos
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